Se tiene la imagen de Einstein como un científico ampliamente sabio. No es para menos, revolucionó la Física y Cosmología a principio del siglo XX. Sin embargo, su etapa científica final no fue tan fructífera como la primera, precisamente a causa de sus creencias (Reeves, 2022).
Tras la publicación de sus dos teorías de la relatividad le seguirá un desafío que le llevará toda su vida sin un resultado positivo: una ecuación unificadora de todos los comportamientos físicos. Aquí entra en juego una de las creencias más arraigadas de Einstein: la racionalidad de todo lo que nos rodea. Siguiendo con los planteamientos de Platón, Aristóteles y Galieo, Einstein cree que todo el mundo puede ser entendido en términos matemáticos racionales. De esta forma, él cree que una causa provoca un efecto y que un efecto es provocado por una causa. De este planteamiento surge la famosa idea de Albert Einstein de que "Dios no juega a los dados". Para él, el azar y la probabilidad son fruto de nuestras limitaciones para entender todo aquello que nos rodea.
Gracias a estas ideas (creencias) evolucionó la ciencia en un cambio de paradigma sobre la visión del tiempo, el espacio, la energía y los movimientos provocados por la gravedad. En efecto, la teoría de la relatividad explica de una manera relativamente sencilla el comportamiento de la materia sometida a un campo gravitacional. Gracias a él podemos conocer con certeza el fenómeno de la desviación de la órbita de Mercurio, las desviaciones de la luz o la existencia de los agujeros negros a través de la curvatura del espacio con la materia y la energía que alberga.
Durante los años 1920 y 1930, de la mano de Niels Bohr, Schrödinger y Heisenberg, se dan los primeros pasos en lo que hoy llamamos Física Cuántica. Sin embargo, debido a la creencia de Einstein, éste no supo apreciar su verdadera esencia. Como hemos visto, Einstein sostenía que "Dios no juega a los dados". Y es que las teorías cuánticas tienen una gran dosis de aleatoriedad; es decir, azar (lo que odia Einstein). El gran Einstein piensa que la teoría cuántica es algo transitorio y que a medida que conozcamos mejor nuestro mundo, el azar se iría reduciendo hasta desaparecer. En otras palabras, el "azar cuántico" no es más que el fruto de nuestra ignorancia. De sus conversaciones con Bohr podemos obtener la réplica a los famosos dados de Dios: "Albert, ¡deje de decirle a Dios cómo debe comportarse!".
La Física Cuántica reconoce otra cosa más que a Einstein no le hace ni pizca de gracia: el método de observación de la naturaleza incide en los resultados obtenidos. Esto aparentemente sencillo se traduce en aceptar que existe un mundo exterior a nosotros, independientemente de nuestro modo de exploración.
En definitiva, el entendimiento del Cosmos no es tan sencillo de cómo Einstein creía que sería. Finalmente, el gran genio reconocería que a cada causa le corresponde no solamente un único efecto, sino más bien varios efectos posibles, los cuales son imposibles de prever mediante ecuaciones matemáticas (más bien a través de los cálculos de la probabilidad).
Fuente bibliográfica
- Reeves, H., (2022). Crónicas de los átomos y de las galaxias. Alianza editorial.
Jacob Sierra Díaz y Sigma
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