En nuestro día a día usamos relojes para medir el tiempo. En el colegio aprendimos y a día de hoy tenemos interiorizados conceptos como el segundo, el minuto o la hora. Bajo estas unidades de medida, la luz viaja muy deprisa. En la siguiente ilustración podemos ver cómo un fotón tarda en llegar de la Luna a la Tierra un minuto aproximadamente y del Sol a la Tierra ocho minutos.
Sin embargo, es sorprendente que a una escala cósmica el viaje de la luz sea lento. Por suerte, esta lentitud es una gran ventaja para desvelar el origen y la evolución del Cosmos (Reeves, 2022). Así pues, cuanto más lejos podamos mirar al cosmos, mejor podremos ver el pasado. Si observamos la siguiente imagen del campo profundo, apreciaremos que hay algunos puntos azules. Este color en esta imagen representan a las galaxias más lejanas. La luz que ha quedado imprimida en la retina del telescopio espacial Hubble (NASA/ESA) ha viajado durante unos diez mil millones de años. Como es lógico, se trata de una imagen del pasado y no sabemos si a día de hoy estas galaxias existen.
Teóricamente hablando, suponemos que esas galaxias azules de la imagen entraron en colisión con sus vecinas, fusionándose para engendrar astros de una mayor masa. En otras palabras, la imagen actual del Universo es bien distinta a la que vemos en la fotografía anterior. Solo estamos viendo un Universo pasado que hoy en día (con total seguridad) sería bien distinto. Con esta idea, podemos llegar a ver el Universo que existió hace 4.600 millones de años (que es el nacimiento de nuestro planeta). Para ello "bastará" con colocar un telescopio a los astros que estén situados a 4.600 millones de años luz.
Entonces, ¿podríamos seguir viendo el pasado del Universo hasta su origen? Aquí se plantea un problema técnico, ya que la luz tan lejana requiere la construcción de telescopios inmensos para recibirla.
Fuente bibliográfica
- Reeves, H., (2022). Crónicas de los átomos y de las galaxias. Alianza editorial.
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