Muchas personas han soñado con ser inmortales, o que nuestra vida fuese interminable. Muchas otras, por el contrario, piensan que la vida, tal y como la conocemos, debe tener un final. Al fin y al cabo, ¡es el ciclo de la vida! Está escrito en la naturaleza no solo de este mundo, sino de todo el Universo.
La vida es un ciclo que tiene un principio (nacimiento) y un final (muerte). Si nos imaginamos seres inmortales, rodeados de objetos inmortales (por ejemplo, nuestra estrella); surgiría una pregunta compleja de resolver ¿dónde está el inicio de todo?
Por supuesto no hubiese existido el Big Bang, el comienzo del Universo, tampoco podrá acabar engulléndonos nuestro Sol al final de su vida. Y si no puede pasar eso significaría que ese mundo con el que imaginamos...¡no existiría!
Puede parecer extraño, pero la inmortalidad, vista en el sentido de que nada puede morir o desaparecer implicaría la no existencia de la vida (al menos como la conocemos). Como podemos observar en la siguiente ilustración, no existiría la vida como la conoceríamos, y por lo tanto, no habríamos existido.
¡Da que pensar! Esta paradoja también se aplica a los cuentos interminables. Si hubiese un cuento interminable, no existiría, ya que no tiene principio y fin. Por lo tanto no se podría explicar.
¿Y los números? ¿No son infinitos? ¿No existen? No hay de que preocuparse, los números son infinitos y existen. No obstante, tienen otra naturaleza distinta a la nuestra. Los números no nacen ni muere.
En definitiva, hablar de inmortalidad sería hablar de una naturaleza completamente distinta en la que vivimos porque si no... paradójicamente esa idea implicaría que no existiríamos.
Jacob Sierra Díaz